La historia de un fracaso tecnológico
En la Ruta 1, debería estar uno de los ejemplos más fabulosos de una tecnología fallada, si no fuera porque la ciudad de Augusta decidió mandarlo de vuelta a su lugar de procedencia. El único cañón de doble tubo que existe en el mundo se exhibe orgullosamente en el patio del Ayuntamiento de Athens, a unas cien millas de la Ruta 1. Es un monumento a todos los expertos en tecnología que alguna vez tuvieron lo que pareció una excelente idea en el momento de su creación.
«El cañón me recuerda a todas esas reuniones de intercambio de ideas de las que he participado, a los planes de construir algún invento que salvaría al mundo y me haría rico», señaló el programador de computación Mick Adams, de Atlanta.
Es el mejor símbolo de los nerds obsesionados y la tecnología descabellada», dijo Adams.
No pudimos resistir la tentación de desviarnos de la Ruta 1 para ver el tristemente célebre cañón, que fuera diseñado en 1862 por John Gilleland, identificado en diferentes registros históricos como odontólogo, constructor o mecánico.
Construido a un costo de 350 dólares, el cañón fue vaciado en su molde en Athens como una sola pieza; tiene una divergencia de 3 grados entre sus dos tubos. La idea consistía en conectar dos balas de cañón con una cadena y dispararlas en forma simultánea para -según reza una placa situada cerca del cañón-«segar al enemigo como una guadaña que corta trigo».
«Conectar dos balas de cañón con una cadena no era una idea nueva; de hecho, esa práctica era habitual en las batallas navales», comentó el historiador militar Jon Barnell, de Nueva York.
«Pero en los buques, las balas se disparaban con cañones de un solo tubo», explicó Barnell. «El problema fundamental con el arma de Gilleland es que la precisión necesaria para disparar ambas balas al mismo tiempo y a la misma velocidad superaba por mucho las capacidades técnicas de la época».
El 22 de abril de 1862, el cañón fue disparado por primera vez: fue un fracaso bastante espectacular.
Según un informe oficial, reproducido en la placa colocada en el cañón: «Se puso a prueba en un campo aledaño al Bridge Road de Newton contra un blanco constituido por varios postes colocados verticalmente. La pieza se disparó con ambas balas en su lugar y la cadena colgando de las dos bocas, pero la falta de simultaneidad provocó la explosión a destiempo de las cargas que impulsarían las balas, lo cual cortó la cadena y le imprimió a cada bala una trayectoria errática e impredecible».
Los informes no oficiales de la época describen una escena infinitamente más caótica: después de ser disparadas, las balas salieron girando una alrededor de la otra en forma totalmente alocada.
Entre gritos, los espectadores se arrojaron al piso y se cubrieron, mientras los proyectiles unidos que no cesaban de girar arrasaban un bosque cercano y destruían un campo sembrado de maíz antes de que se cortara la cadena que conectaba las balas. En ese momento, una de las balas dio muerte a una vaca; la otra demolió la chimenea de una casa aledaña.
Pero Gilleland no se dejó desanimar por una vaca muerta, un campo de maíz arruinado y una chimenea destruida: le tenía fe a su cañón.
Insistió en que lo enviaran al arsenal del Ejército Confederado, cuyo asiento se encontraba en Augusta, Georgia, para que se realizara una evaluación independiente. El coronel George Washington Rains puso a prueba el cañón y dijo que no era apto para desempeñar la función de guadaña para la que había sido diseñado. Se rehusó a conservarlo en el arsenal.
Gilleland, no obstante, no se dio por vencido. Durante varios meses se dedicó a tratar de demostrar el valor del cañón a otros líderes militares y políticos de Augusta, pero todos ellos se negaron a tener algo que ver con la extravagante arma.
Como resultado, el cañón fue finalmente devuelto a Athens y emplazado frente al Ayuntamiento, con la intención de llenarlo de perdigones y utilizarlo para dar la señal de alerta a los vecinos en caso de que se acercara algún maldito yanqui.
El 27 de julio de 1864, The Watchman, un periódico local de la época, informó que se habían detectado a varios miles de yanquis en el camino de Monroe. Se disparó el cañón, se reunió una milicia, pero el ejército de la Unión jamás apareció.
«Quizás les había llegado la noticia del increíble cañón matavacas y decidieron mantenerse bien lejos de Athens», sugirió Fred Sanders, un residente de Athens que se autodescribe como historiador militar aficionado. «Pero es bastante más probable que esos rumores del inminente arribo de los yanquis fueran totalmente infundados».
Después de la guerra, el cañón quedó librado al abandono. En algún momento de 1891 desapareció misteriosamente y volvió a aparecer una década más tarde.
Los informes periodísticos indicaron que un niño había descubierto el cañón en medio de unas piedras cuando intentaba atrapar una lagartija. Arrastró el cañón hasta la ciudad y se lo vendió a una tienda de chatarra por 4 dólares. Poco tiempo después, la ciudad lo compró por 5 dólares.
Hasta hace muy poco, el cañón estaba pacíficamente instalado en el patio del Ayuntamiento, aunque la junta de convenciones y turismo de Athens señala en una guía turística que el cañón «apunta al norte…por las dudas».
Pero la paz llegó a su fin el 22 de septiembre de 2003, cuando el cañón fue importunado por un robot.
El robot estaba investigando el contenido de un paquete sospechoso que había sido colocado en uno de los tubos del cañón. El paquete, que tenía una etiqueta que decía «acto al azar…», despertó el temor de que alguien hubiera colocado una bomba.
«Enviaron un robot con una cámara al cañón y usaron la cámara para observar el paquete», dijo Mary Clark, una habitante de Athens que fue testigo del incidente.
«No podían imaginarse de qué se trataba, así que el robot retiró el paquete, le apuntó con una pistola y lo voló en mil pedazos. Fue fantástico», comentó Clark.
Más tarde se descubrió que el paquete sólo contenía dulces y que había sido colocado en el cañón por un grupo de la iglesia local como un «acto al azar de bondad» -tal cual lo especificaba la etiqueta del paquete-, con la esperanza de que una persona hambrienta lo hallara.
«Parece que cada tanto ese cañón tiene que terminar envuelto en algún lío», señaló Sanders. «Ha tenido una vida más interesante que cualquier otro momumento público que conozca»
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Fuente: Agencias
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